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Vóley: Conversamos con Thaisa Mc Leod

Cuando tenía 18 años, su madre, Yovana Tramontana, viajó a Aruba para comenzar una nueva vida. Allí conoció a Augustine Mc Leod, el padre de Thaisa, un arubeño de dos metros de estatura. Thaisa nació en esa pequeña isla caribeña en el año 2002. Vino al Perú de visita, a los cinco años, y a los diez volvió a Lima para quedarse. “Mi madre le mostró una fotografía mía al profesor Armando Martins, para postularme a la academia de Red Alta (Sporting Cristal)”, recuerda Thaisa, que a los diez ya medía un metro setenta. 

En Aruba jugaba al vóley, pero como un hobby, después del colegio. Recién cuando se instaló en Lima comenzó a tomárselo muy en serio. Tanto que un año después ya era parte de la selección peruana de su categoría. “Esto es lo que quiero hacer”, se dijo. Y continuó por el buen camino: en 2014 formó parte del equipo nacional que ganó el Campeonato Sudamericano de Voleibol Femenino Pre Infantil. Tres años después, fue reconocida como la mejor opuesta en la Copa Final Four de Voleibol Femenino Sub 18, y, al año siguiente, como la Deportista del Año en la Categoría U18 por la Federación Peruana de Voleibol.

Thaisa se sumó a la selección peruana de vóley a los 11 años. En 2014 fue campeona del Sudamericano de Voleibol Femenino Pre Infantil.

En el plano personal, sin embargo, no todo fue tan auspicioso. En especial, a su llegada. Tenía diez años y no sabía hablar español. “Era frustrante no poder comunicarme. Mezclaba el papiamento (lengua propia de las antillas neerlandesas) o el inglés. Nadie me entendía. Fue muy complicado, pero al mismo tiempo esa dificultad me sirvió para aprender mucho. Fue un reto diario conseguir conversar con la gente, al menos unas cuantas palabras”, revela Thaisa, que hoy habla español como una limeña más. 
En 2019, con apenas 17 años, se convirtió en la Mejor Opuesta de la Liga Nacional Superior de Voleibol del Perú. Se puso nuestra camiseta celeste en 2021, para integrar el equipo bicampeón de la LNSV. “Mi papel está evolucionando, pero creo que es mérito de todas las chicas. Yo no soy de darme un título. Cada una está siendo más importante en su posición. Estoy muy feliz, muy contenta. Tenemos un equipo muy estable; puedo confiar en él. Sé que mis compañeras me ayudarán en los momentos complicados. Nunca había pertenecido a un equipo así”, confiesa Thaisa, que prefiere mantener el perfil bajo, aunque su 1.89 de estatura, sus largas trenzas fucsias y su talento para el vóley despierten la admiración general.

“Puedo confiar en mi equipo en los momentos complicados. Es un equipo muy estable”, nos dice Thaisa a propósito de nuestro bicampeón peruano de la LNSV. 

El año pasado visitó Aruba. No iba desde que se mudó a Lima, hace una década. Fue un viaje sorpresa; su tía le compró los pasajes. “Después de la pandemia, todo cambió”, nos dice sobre la isla. Aruba, cuyos ingresos dependen mayoritariamente del turismo, sintió el golpe del encierro. “Lo que más disfrutaba de allá era estar libre… Extraño ser una niña”, dice. “Cuando volví, me pareció un país demasiado chiquito”.   

Su foco, hoy por hoy, está en el vóley. Le encanta bailar, pero es una chica muy casera. “Cocino, limpio… Soy como una ama de casa antes de venir a entrenar. No me gusta salir. Prefiero estar en mi casa, con mi pareja, venir al Club a jugar vóley y nada más”, admite Thaisa, antes de confesarnos un anhelo: llegar a jugar profesionalmente en el extranjero.   

Lleva el dorsal 23 en homenaje a su abuela materna, que cumple años el 23 de enero.

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