ESCRIBE MARIANA VALLE-RIESTRA FOTOS MANUEL TITO
«Todavía recuerdo el olor de la salsa bolognesa de mi abuela, que cocinaba delicioso», cuenta Karin Pérez Habedank, propietaria de La Comitiva. De pequeña, ayudarla a amasar las pastas u hornear panetones le parecía mucho más divertido que jugar con barbies. La abuela, acostumbrada a cocinar para sus ocho hijos hombres, tenía bajo la manga muchas recetas que Karin fue aprendiendo a reconocer por sus aromas y sabores. Y tanto se aficionó a la cocina, que a los 12 años pidió de regalo un horno de pizzas en lugar de una bicicleta.
Con esa pasión culinaria intacta, hace casi un año abrió en el Club su segundo local de La Comitiva, junto con su esposo, Iván. «Siempre nos gustó cocinar y recibir amigos en la casa», recuerda Karin. «Y una noche, como jugando, decidimos abrir un lugar que transmitiera esa experiencia. Nos amanecimos imaginando cómo sería, y barajamos nombres hasta que quedó La Comitiva». Su hija Valeria, quien les sigue los pasos, es la chef del restaurante. Ubicado frente a la Playa 3, en el local se respira ese aire familiar, desde los aromas y el cálido trato del personal, hasta la decoración. Entrar al salón es descubrir un espacio lleno de objetos mágicos que adornan cada rincón: tapices multicolores, pinturas, fotos, recuerdos de viajes, mensajes personalizados y muebles traídos directamente de la casa de la abuela. Cada elemento ayuda a construir un ambiente cálido y acogedor.
La terraza no se queda atrás. Amplia, fresca y soleada, ofrece una vista panorámica del mar. «Para mí, una vista bendecida», comenta Karin, quien se encarga personalmente de diseñar la decoración de todos los espacios del restaurante. «Por eso, busco que entre el paisaje y la decoración haya armonía; una sensación que te abrace y te invite a quedarte».
Con una plantilla de veinte personas a su cargo, Karin es el alma del restaurante. Desde temprano, se la puede encontrar cocinando, preparando tragos detrás de la barra, recibiendo clientes, tomando pedidos o, en ocasiones, tocando música en vivo junto con su socio para entretener al público. «Hacemos de todo para cumplir con el objetivo de La Comitiva: que cada persona se sienta realmente feliz, como en casa, y que disfrute cada detalle».
La propuesta gastronómica tiene un marcado estilo hogareño, con platos ricos, abundantes y sencillos pero llenos de historia. Cada creación es un guiño a los gustos de la familia, una receta de la abuela o algún recuerdo de casa. El arrisotado de chupe de langostinos, por ejemplo, recrea un chupe que Karin preparó un domingo familiar. Al día siguiente se le ocurrió agregarle crema de leche y queso parmesano para convertirlo en risotto en lugar de sopa. La receta quedó tan rica que hoy es uno de los platos más pedidos del restaurante.
Si bien el lomo saltado y el tacu tacu también están entre los platos favoritos, en la carta hay opciones muy variadas: pastas, pizzas, sopas, ensaladas y platos criollos. ¿Una idea para estos días calurosos? Buscar una mesa en la terraza, frente al mar, y empezar con un fresquísimo tartar de salmón acompañado de una copa de vino blanco. Otra opción infalible es la lasagna de osobuco o el fetuccini rosé con langostinos flambeados, acompañados con una copa de tinto Carácter, el vino de la casa. O, si se desea algo más ligero, la ensalada de atún, acompañada de una sangría blanca. ¿Y de postre? El arroz con leche, preparado con la receta de la abuela, o su versión original de tiramisú, hecho en el momento.
«Decimos que La Comitiva es “pasta, fusión y tradición” porque aquí vas a encontrar un poquito de todo», explica Karin, y subraya que a cada preparación se le pone mucho esmero. «Si bien los platos tienen sabor a casa, sabemos que hay que hacer las cosas bien. Le ponemos mucho amor a la cocina, que es el corazón de todo. Sin que eso funcione, la decoración está de más».
Como novedad, La Comitiva está por inaugurar una barra de verano en un sector de la terraza, donde se ofrecerán tragos y platos frescos. Habrá cebiches, chalaquita de conchas, tartar y otros platos marinos. Se recomienda venir lo más cómodo posible, porque aquí se come como en casa.
