A principios de los años noventa, en una época marcada por el terrorismo y la escasez, Hilario Choque era un lechero —”en todo sentido de la palabra”, agrega— que llegó a trabajar al Club de Regatas “Lima” para quedarse hasta el día de hoy. “Trabajaba para la fábrica de leche UPA. Distribuía leche en toda La Punta y, por supuesto, en la filial del Club, para los deportistas… En ese entonces no había concesionarios”, recuerda Hilario, que comenzó a trabajar como lechero a los 11 años. Cada vez que dejaba la leche, no perdía la oportunidad de pedirle un “cachuelo” al administrador de la filial. “Nunca pensé trabajar en el Club, siempre quise un cachuelito, ya que trabajaba hasta el mediodía”, confiesa.
Tiempo después, su insistencia tuvo premio. “El administrador de la filial me preguntó si quería reemplazar a un trabajador que iba a salir de vacaciones, para no tener que solicitar personal desde Chorrillos”.
Un 16 de diciembre de 1990 se puso el uniforme del Club a sabiendas de que se trataba de un trabajo temporal de un mes. “En mi primer día se celebró el almuerzo para los trabajadores del Club. Allí conocí a Guillermo Lescano, jefe de Carpintería, quién además estaba a cargo de la parrillada”, relata. Guillermo le preguntó si podía ayudarlo. “¿Sabes cocinar?”, le dijo. “¿Voltear carne?… Cualquiera”, bromeó Hilario.
Alfredo Biasevich, exdirector de Remo, también se hizo presente en el almuerzo. Días más tarde corrió el rumor de que había visto proyección en el trabajo de Hilario. “Cuando faltaba una semana para que se cumpliera mi mes de trabajo, Guillermo Lescano me dijo que el director le había pedido que me quedara y me ofreció un puesto”.
Durante un año y medio, Hilario trabajó en el área de limpieza. “Reconocieron mi habilidad cuando cambié seis mayólicas en el baño”, recuerda. “Aquí estás perdiendo tu tiempo, necesitamos tu experiencia y habilidad en el muelle”, le dijo Manuel Valentín Valdivia, entonces supervisor de los materiales deportivos en la filial La Punta.
Hilario trabajó en la maderería y, para 1996, ya manejaba una lancha en la que transportó a los jueces del Campeonato Sudamericano de Remo. Pero, en paralelo, seguía con sus actividades como repartidor de leche. “Trabajaba con UPA de 5:00 a 8:30 a.m. y luego llegaba al Club para trabajar hasta la tarde”, precisa. “Soy de Cusco. Me quedé en Lima por casualidad. Vine de visita con mi primo, pero la empresa donde él trabajaba quebró y ya no pudimos regresar”.
Recién en 1997 se retiró como lechero, después de más de 25 años de labor. “Me preparé en todo lo que se podía necesitar en el Club: trabajos en fibra de vidrio, soldadura… Y también hice otros trabajos, como arreglar botes o preparar arbotantes”.
Hilario nos cuenta que solo faltó una vez al trabajo, por motivos de fuerza mayor, cuando lo operaron del apéndice. “Un día hubo un paro de transportes terrible; caminé seis horas hasta mi casa, llegué a las 10 de la noche. Y al día siguiente me alisté para salir a trabajar”, dice.
Se casó a los 26 años, en 1985. “Gracias al trabajo, me mudé del Callao a Canto Grande, en busca de un mejor lugar para mi familia”, revela. Actualmente vive con su esposa y sus cuatro hijos. “Me encanta lo que hago. Para mí no es difícil; es una diversión. Siento que muchos confían en mí y no puedo defraudarlos, tengo un vínculo casi familiar con los deportistas”, dice, orgulloso. Y agrega: “Regatas es mi otra familia”.